jueves, 30 de septiembre de 2010

Carreteras sin trafico motorizado

Afueras de Tagoudit, camino de Imilchil
En el Alto Atlas, aunque muchas pistas han sido asfaltadas en los ultimos anyos, la mayor parte del trafico se desarrolla todavia hoy sobre asnos y mulas. Entre Tagoudit y el cruce con la carretera que une Rich e Imilchil, apenas circulaban coches cuando nosotros pasamos por alli. Fue un tramo muy agradable: paisajes hermosos, gente trabajando en las tierras fertiles del fondo del valle, junto al rio... Lo que menos incita a parar en los pueblos son los grupillos de jovenzuelos avidos de lo que sea: caramelos, boligrafos, dinero...


Asistencia en carretera, cuatro chicos
(y dos frenos) para dos bicis
Cuando hemos comentado estas situaciones con algunas personas de Marruecos, siempre nos han dicho que los turistas tenemos la culpa, que les hemos malacostumbrado desde hace anyos dandoles de todo eso. Se tratara, pues, de acostumbrales a lo contrario. Darles los buenos dias, seguir con nuestro camino y tragar quina cuando algunos de ellos, rabiosos porque no han conseguido ningun regalo, te maldicen y hasta te lanzan piedras. Evidentemente, no siempre es asi. En otras ocasiones, nos piden el hinchador para dar un poco de presion a la rueda de su bicicleta, como en la foto (en este caso, los chavales ya estaban mas creciditos, y no nos pidieron nada, solo nos dieron las gracias).

Hospitalidad y circo

La pista hacia el Circo de Jaffar, antes de iniciar
la subida fuerte y empeorar el firme

Al llegar a Boumia optamos por desviarnos hacia Midelt por dos motivos: el primero, porque soplaba un viento horrible del oeste que nos daba de cara si ibamos hacia Tounfit (el camino mas directo hacia Imilchil); el segundo, que hacia Midelt el huracan era favorable, pero sobre todo que desde alli podiamos acceder a una "gran maravilla de la naturaleza", una "gran atraccion de la geologia mundial" y, de paso, hacer un poco de mountain bike para llegar hasta el remoto Circo de Jaffar.

Y eso hicimos. Lo que no sabiamos era que para entrar al circo habia que comprar boletos.

Con Hedda, antes de llegar al campamento,
perdon, al circo
Nada mas superar un collado de esos que te hacen reflexionar sobre si hacia falta o no hacia falta traer bastoncillos de las orejas en el equipaje ( y mira que son ligeros...), aparecio nuestro salvador, un pastor bereber llamado Hammoud (o asi se hace llamar) que nos ofrecio techo (y la proteccion que conlleva segun sus costumbres) y comida, todo al mas puro estilo bereber, con demostracion de fusil y balas (recamara vacia, por suerte), etc.

Carpa del circo en cuestion en primer plano.
Detras, el alojamiento rural
Algo rondaba detras de nuestras orejas, pero tras advertinos del peligro que suponia continuar (era la una de la tarde) y entretenernos durante horas, cuando el sol ya estaba muy bajo, el croupier por fin mostro sus cartas y nos saco la del restaurant y las tarifas del hotel: para comer propuso cabra viva sacrificada delante de nuestras narices y nuestra camara de fotos, por 500 dirhams (unos 45 euros) y noche romantica en tienda bereber autentica (hecha con sacos de harina y plasticos varios). Estuvimos a punto de largarnos, pero los fusiles siempre impresionan y cuando uno oye a Hammoud, aunque sepas que el tio esta de broma con lo de las balas, los chacales y los que van robando a los turistas, pues decides pasar por taquilla. Nosotros pedimos dos tickets para el circo, pero optamos por un show sencillito, sin sangre ni sacrificios. Ya se sabe, en un viaje largo, siempre hay de cal y de arena.

Pese a la "tarde en el circo de Hammoud",
la travesia por el Circo de Jaffar fue uno de los sectores
mas espectaculares del viaje
Por cierto, el Circo de Jaffar, sus paredes inmensas, impresionantes. Es cuestion de pasar de largo cuando un pastor llamado Hammoud te da el alto (o su mujer, Hedda, que tambien persigue a los turistas despistados).

Bosques de cedros y macacos

Monos en el bosque de cedros, cerca de Azrou
"Ya hemos atravesado el Medio Atlas. Hace tres jornadas partimos de Azrou hacia los famosos bosques de cedros. La travesia ha sido uno de los mejores sectores del viaje desde que pisamos Marruecos. Pistas sin trafico, silencio, bosques de arboles inmensos, aldeas aisladas... Tambien ha cambiado el paisaje humano y hemos tenido la suerte de pasar la tarde de ayer conversando con Driss y Salah, dos amables profesores de una escuela primaria rural, en cuya humilde aula hemos dormido".

***Esta entrada la empezamos en Boumia hace ya varias jornadas pero el cyber cafe en el que estabamos se revelo y fue imposible colgarla. Os dejamos algunas fotos de aquellas jornadas.

Carreteras con apariencia de pista, incluso camino...

En clase y delante del profesor Driss,
muy modositos; en las pistas...
eso ya es otro cantar... 
Con los maestros Driss y Salah, de sobremesa
en el dormitorio-salon de la escuela
Amanece pronto, pero por una vez no llegaremos
tarde a clase... 
La escuela por fuera. Acuden alumnos de varias
aldeas cercanas; algunos caminan 6 km
cada manyana para ir a clase

martes, 21 de septiembre de 2010

Pasados por agua

Hoy, para variar, una cronica fotografica de la super etapa de ayer entre Sefrou y Azrou (85 km y 1.555 metros de ascension), con un sector de autentico mountain bike verdaderamente inolvidable ;)

Antes de dejar la "tranquilidad"
de la pista asfaltada, con el GPS en ristre
Las nubes nos acosan... batalla perdida???
Algunas pistas del mapa del GPS
estan ya asfaltadas, como la que cruza
este bosque de inmensos cedros
Otras pistas del mapa del GPS han desaparecido...
engullidas por las lluvias, se supone...
La tormenta al llegar a la puerta del hotel
alcanza el grado de diluvio universal

A salvo en el hotel Salam, y con la certeza
de llevar el equipaje 100% waterproof
  

sábado, 18 de septiembre de 2010

A los pies del Medio Atlas

En Kassita, tras una noche en un hotel
de cero estrellas...
Tras 400 km pedaleando por el norte de Marruecos, atravesando el Rif y el macizo de Tazzeka, ya estamos a los pies del Medio Atlas, hoy reposando en una casa en el centro de la Medina de Sefrou. Atras han quedado muchos sube y baja, muchos bon jours, un par de tormentas nocturnas con rayos y truenos y berreas de ciervos berberienses, un monton de bocatas de huevo duro, una docena de tes con sus doce toneladas correspondientes de azucar y menta fresca, un centenar de saludos de simpaticos asnos...

Lo mejor de este sector, sin duda, ha sido la etapa por el parque nacional de Tazzeka, con los ciervos en plan machote, los robles inmensos, el ambiente que crean las nubes de tormenta, una carretera estrecha y tranquila para nosotros solos...Tambien lo ha sido ver de cerca como es el dia a dia en estos pueblos en los que no hay turismo ni industria, zonas rurales en las que todavia existen molinos de aceite de traccion animal (pobres burritos traccionadores), una region con un pie en el pasado pero en la que tambien es evidente la influencia que tiene la siempre tan contagiante pasion por las marcas, los autos y los telefonos moviles...

Camping bajo un roble inmenso, rodeados
de ciervos trasnochadores
Lo peor de estos dias, el trafico motorizado de algunas carreteras que era imposible evitar (ayer salvamos dos tortugas!!!), pero para las proximas jornadas esperamos que esta cuestion se relaje un poco. Ya vemos los Atlas, con sus ascensiones infinitas (no como estos dias, que haciamos 1.500 metros positivos encadenando rampas y toboganes) y sonyamos con la tranquilidad de las cumbres...

Desde un escritorio cyber, con un PC de 1998 sin enyes ni acentos, pero con el estomago lleno de pollo con patatas y sin haber comprado ninguna alfombra, nos preguntamos que sera lo que grita desde hace una hora el hombre que vende tomates en mitad del zoco y que ha sacado un cubo de agua de una arqueta por la que corria un rio subterraneo para remojarlos y darles mejor aspecto.

domingo, 12 de septiembre de 2010

A punto de cruzar el charco

Atardecer en la costa malagueña, la víspera del cruce
Después de unos días de descanso ciclista (qué rápido pasa el tiempo!), algunos baños tranquilos bajo el sol malagueño, buenos solomillos en Brasserie 010 y varias intensas sesiones dedicadas a aporrear compulsivamente los teclados de diversos cybercafes (para el primer reportaje de la travesía, que saldrá en octubre en Solo Bici), ya tenemos todo listo para iniciar la segunda parte del viaje. El domingo cruzaremos el estrecho en un ferry nocturno desde Málaga a Melilla, y desde allí continuaremos pedaleando hacia el Rif y los Atlas.

Desde una playa llena de cantos de mil formas y colores, al otro lado del gran azul, tras el horizonte, se avecinan nuevas emociones, cambios en el paisaje, en el idioma, en los menús… En la primera página de los Viajes por Marruecos de Alí Bey, que exploró el norte de África a principios del siglo XIX, el autor asegura que el salto, tras apenas 4 horas de navegación, le pareció inmenso, como si le hubieran dejado “en otro planeta”.

Nosotros ya hemos estado en Marruecos otras veces, pero este hecho no resta emoción alguna a volver a transitar por sus caminos y pistas, entre pueblos de adobe, por gargantas inconmensurables, entre palmerales, cruzando oueds de cauces inabarcables, trepando como caracoles por las cuestas del Atlas, disfrutando de sus amigables habitantes… Vamos a hacer una ruta nueva, con tiempo, sin prisas, saboreando el camino…

Caminos sin salida

¿Sierra de Tejeda o Mordor?
Tras superar Sierra Nevada, desde donde en días despejados se vislumbra el mar sin problema, e incluso las montañas que hay más allá, todo parecía cuesta abajo. Deben de ser manías de la mente: si vienes de un sitio muy alto y vas a uno muy bajo (el más bajo, a nivel del mar), pues te crees que todo será descenso, velocidad sin esfuerzo y trazar curvas durante horas, sin dar una sola pedalada más… Y la verdad es que así fue durante casi toda una tarde, en que bajamos nada menos que 3.300 metros de desnivel (suerte de frenos!).


GPS, mapas, vecinos... todo sirve para orientarse
A la mañana siguiente, frente a una de las muchas disyuntivas que plantean los cruces de caminos, decidimos ceñirnos al plan original de llegar a la costa malagueña por las sierras de Alhama y Tejeda. Sabíamos que implicaba un último esfuerzo extra y que por la costa sería más fácil, pero nos apetecía redondear nuestra particular travesía peninsular manteniendo el mismo espíritu “off-mainroad” hasta el final. Por eso habíamos trazado un track en el GPS por un camino que cruzaba las sierras de Tejeda y Alhama siguiendo el curso del río Alhama.

Llegar hasta Albuñuelas ya nos costó más de lo previsto, pues topamos con unos muros de ciencia ficción ya en tramos de asfalto. Luego vino un tramo de pista también muy exigente para enlazar con Jayena y poco más allá llegamos a Játar, de donde partía nuestro track en dirección a las montañas. El itinerario comenzó complicado, pero el rumbo estaba claro, así que apagamos el GPS para ahorrar batería. El camino empeoraba por momentos, pero no había duda de que se dirigía hacia un hipotético paso entre dos moles rocosas inmensas que en aquel momento se mantenía escondido tras una loma. Tras varias subidas y bajadas, cada cual más pedregosa, el camino empezó a bajar hacia el lecho del río. La entrada era hermosa. El sol se acababa de esconder al tiempo que unas nubes bajas se posaban sobre el valle. El desfiladero se entreveía cada vez más cerca, más real. Y el camino iba directo hacia el surco que el río ha labrado formando verticales paredes de cientos de metros de altura.

Final del camino y vuelta atrás
Increíble… Sin saberlo ni imaginarlo habíamos dibujado sobre el mapa un itinerario que se adivinaba espectacular. La emoción se apoderó de nosotros. Hasta las bicis parecían sentir la energía incontenible que te empuja a fluir hacia delante cuando exploras, a avanzar hacia lo desconocido aun a sabiendas de que no siempre hay salida, que siempre hay un punto de no-retorno esperando al otro lado de un vadeo... Si aquel paso era bueno, era el broche de oro para un viaje en el que hemos pedaleado por un montón de caminos solitarios, a menudo habitados por la más dulce incertidumbre, pero en los que siempre hemos encontrado la puerta de salida al otro lado del túnel.

Parte de esa emoción se debía precisamente a que éramos conscientes de que estos túneles no siempre tienen salida. Y algo así ocurrió. El río, posiblemente a causa de las lluvias torrenciales del pasado invierno, se había tragado el camino. Anduvimos cauce arriba, por un hermoso laberinto lleno de cascadas, entre caos de enormes rocas, en busca de algún vestigio de senda. La búsqueda fue en vano. Imposible seguir. Nos conformamos con haberlo intentado, y con el magnífico lugar en el que vivaqueamos aquella noche.

De fuente en fuente y pedaleo porque me da la corriente…

Dando de beber a un perro nómada
Siempre que llegamos a un pueblo la primera cosa que hacemos es ir en busca de la fuente. Suele haber una cerca de la iglesia, en la plaza del ayuntamiento (o en la plaza de la Fuente), aunque en algunos municipios también son habituales en los parques, en las esquinas… En este viaje las hemos visto de todos los estilos, tamaños, formas y colores; todas diferentes, así como el agua que dan. A veces las catamos cual expertos sibaritas (“esta es más dura, esta otra más ligera, esta otra sabe a roca, a musgo, a madera, a rayos…”). En otras ocasiones, simplemente nos amorramos al chorro como camellos posesos. Bebemos, nos refrescamos, nos empapamos por fuera y por dentro, llenamos los bidones…

Fuente en Siles: simple pero efectiva
Las fuentes han sido tradicionalmente un lugar de encuentro, antes obligado, y ahora que las casas disponen de agua corriente, más voluntario. A veces encontramos gente que acude a beber y cruzamos unas palabras con ellos. Suelen ser los gentiles locales que SIEMPRE consideran que cualquier desplazamiento por los alrededores de su pueblo jamás tiene pérdida y que SIEMPRE presumen de que en su pueblo tienen “un agua muy rica y muy fresca”. Evidentemente, jamás les contradecimos. Ahí descansamos por unos instantes, o por unas horas, sobre todo si son las 2 de la tarde y hay 47 grados al sol. Parar cerca de una fuente significa media vida en esas horas predestinadas a la siesta. La otra media se encuentra a ambos lados de la ruta, donde a menudo afloran caños milagrosos, inmejorables excusas para hacer infinitos altos en el camino.


¿Brujería en una de las fuentes de Riópar?

jueves, 9 de septiembre de 2010

1.250 kilómetros con...

Tras 1.250 km de viaje por toda clase de firmes (caminos, pistas forestales, carreteras parcheadas, pedregales varios, sendas, neveros…), más de 21.000 metros de ascensión acumulada y, atención, CERO PINCHAZOS (sí, cero, ni uno), ya va siendo hora de dar un breve balance sobre cómo nos están yendo nuestras nuevas bicicletas, dos flamantes Trek de la serie 6 de la temporada 2011.


Con la Trek 6700 de 2011 a 3.000 metros
de altura, en Sierra Nevada
Sergio: “Voy con una Trek 6700 con el 3x10 a la que sólo le he hecho 4 cambios: los neumáticos, los pedales, el sillín y los puños del manillar. Estoy más que muy contento con la bici. Es cómoda y grande (llevo una XL), pero muy ligera y estable, y lo más importante es que no me ha dado ningún problema de los que solía tener hace años con otras bicicletas de otras marcas al cargar el BOB tráiler en el eje trasero. No he roto ni un radio, ni un pinchazo… Y las ruedas están como el primer día, y eso que nos hemos metido por cada camino…”.

Amelia: “Mi Trek 6300 es ideal para un viaje así. Es una bicicleta de montaña rígida, efectiva y resistente, muy polivalente, y lo más importante, tiene una geometría comodísima para pasar muchas horas sobre ella. Estoy encantada. Además de ser cómoda, en terrenos complicados con piedras o arena, a pesar de ir con unas alforjas traseras bastante grandes (el cuadro está diseñado para montarle el portaequipajes fácilmente) y una bolsa de manillar con un peso significativo, me ha dado mucha seguridad desde el primer día (de hecho estrenamos las bicis el primer día del viaje). En algunos tramos del viaje, como en el descenso por la pista que va del Veleta a las Alpujarras, disfruté mucho de la conducción, fue puro mountain bike pero con alforjas!”.


Por el Camino de la Solana,
con la Trek 6300 de 2011
Bontrager LT3 con “triple flat protection”
Las cubiertas de origen las dejamos en casa para utilizarlas en rutas más técnicas y trialeras, y para este viaje les montamos las Bontrager LT3 con triple protección antipinchazo, de 26 x 2.00, muy polivalentes para uso mixto (off-road y también asfalto) y que están resultando muy duraderas: tras más de 1.200 km todavía no se aprecia desgaste alguno, ni siquiera en la rueda trasera, que con el peso del remolque o las alforjas suele gastarse más rápidamente. A medida que avance el viaje veremos cuál es su rendimiento final, pero todo parece indicar que hemos encontrado una cubierta ideal para lo que hacemos en nuestros viajes.

Puños más cómodos
Como las bicis venían con pedales de plataforma, les pusimos los típicos SPD de Shimano (nos gusta pedalear con automáticos), y en los puños pusimos unos revolucionarios (por su forma) Bontrager Satellite Elite que tienen un perfil especial muy ergonómico que ofrece mayor superficie de contacto en las manos (es una especie de alerón para apoyar las palmas de las manos), lo que los hace especialmente indicados en travesías o viajes largos en los que pasas muchas horas sobre la bicicleta, siendo también totalmente funcionales en tramos off-road o descensos más tecnicos.


Tronos, no potros…
Otro detalle que se ve poco pero se “disfruta” mucho es el que trabaja bajo las posaderas. Los sillines Bontrager que hemos escogido para esta travesía, pese a guardar una estética y un peso bastante racing, tienen unas líneas muy confortables. Aunque trabajen en el más humilde anonimato y pocas veces salgan en las fotos, sin duda realizan una función clave para que cada mañana nos apetezca seguir viaje.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Más allá de las nubes

A la altura del Centro de Alto Rendimiento
de Sierra Nevada, con el Veleta al fondo
Tras 3 semanas de viaje en bicicleta y más de 1.000 kilómetros pedaleando desde que salimos de Tortosa, el Veleta y el Mulhacén ya son nuestros (bueno, y de unos cuantos más)!!!
El día 1 de septiembre iniciábamos el ascenso a Sierra Nevada con nuestras bicis. Tras tantos días de calor, la equipación de montaña ya tenía ganas de salir de las alforjas, ver la luz y “estrenarse” bajo otro tipo de inclemencias del agitado clima.

En la cumbre del Veleta
Dividimos la ascensión al Veleta en dos etapas, ya que el desnivel a ganar era considerable (2.700 metros). El primer día pedaleamos desde Güéjar-Sierra hasta el albergue universitario, a 2.550 metros de altitud, y desde allí hasta el refugio Caldera, pasando por la cumbre del Veleta el segundo día. De esta manera, el 2 de septiembre coronábamos el Veleta con nuestras bicis y al día siguiente hacíamos cumbre en el Mulhacén (a pie, con nuestras botas de montaña, mientras las bicis nos esperaban en el refugio vivac de La Caldera).
La ruta que usamos es realmente alucinante: pocas veces y en pocos lugares se puede pedalear por encima de los 3.000 metros de altura, combinando montañismo y ciclismo… Ganas altura poco a poco, desde Granada, por Pinos-Genil, Güéjar-Sierra, el viejo camino de la estación de Maitena, enrevesado, cubierto de sombras, regado por mil fuentes de agua helada que surge de la sierra… Sufres, te retuerces, sudas, pero disfrutas de cada metro de ascensión, sin coches, sin ruidos… Luego enlazas con la vieja carretera del Veleta, pasando por el collado de las Sabinas, el albergue universitario, el control de vehículos… Y cada minuto que pasa ves más abajo las nubes, la llanura de Granada, la carretera que queda atrás con sus mil curvas… Y el cielo de azul puro te envuelve en una bóveda perfecta hasta que cambia el tiempo, las nubes se adueñan de la atmósfera y el paisaje desaparece por completo… Así son las jornadas en la alta montaña, impredecibles. Eso hemos aprendido después de pecar de poco abrigo en el equipaje en otras ocasiones… Esta vez el frío no nos pilla desprevenidos…

Empujando la bici sobre un nevero
que resiste a principios de septiembre
Pese al frío, nos quedamos un rato sentados en la cumbre del Veleta, tomada por las nubes, que corrían, volaban más bien, a toda velocidad por la ladera norte y saltaban hacia el sur, donde tampoco se veía nada. Los últimos metros fueron los más duros. El asfalto había quedado abajo, en el cruce de la pista a Capileira. En lo más alto nos encontramos con otros montañeros y algunos turistas que han subido con el microbús del parque nacional, que les deja a algo más de un kilómetro. Algunos llegan en bermudas, con sandalias, en camiseta de tirantes…

En la pista entre el Veleta y el Mulhacén, bajo la niebla
Tras disfrutar de la intermitente panorámica, bajamos hacia el cruce de la pista a Capileira, uno de los tramos más espectaculares del viaje hasta el momento. Hielo, neveros, agua, rocas de todas las formas, tamaños y colores… La emoción nos mantuvo extasiados hasta las lagunas de La Caldera e incluso más allá. En el refugio vivac, a los pies del Mulhacén, pasamos la noche en compañía de otros montañeros. A la mañana siguiente el día amaneció sereno y aprovechamos las primeras horas de la mañana para subir sin prisa hasta el techo de la península. Desde la cima sí se veían el Veleta y las Siete Lagunas, y toda la ruta que habíamos hecho el día anterior. Lo que no vimos fue el mar, ni la silueta del Rif, que se alza más allá del estrecho. Lo cubría todo un magnífico mar de nubes que amenazaba con empezar a subir hacia las alturas, así que pronto iniciamos el descenso, primero hacia el refugio, donde recuperamos las bicicletas, y luego hacia Capileira, oculta tras las nubes.
El descenso implicó literalmente bajar de las nubes. Al terminar el día, el altímetro indicaba un desnivel positivo acumulado de 825 metros y 3.300 metros de descenso.

En la cima del Mulhacén

lunes, 6 de septiembre de 2010

Parque Nacional?

Esta semana, pedaleando por Sierra Nevada, nos ha sorprendido mucho el hecho de que las carreteras que pasan por este parque nacional sean el campo de pruebas de toda clase de vehículos a motor. Mientras subíamos por el antiguo camino de la estación de Maitena, gozamos de la tranquilidad del estrecho carril, las sombras y las continuas fuentes de agua helada. El “acoso” comenzó más allá del centro de visitantes de El Dornajo (por cierto, jamás contestaron a nuestras llamadas telefónicas), donde tomamos la antigua carretera hacia el Collado de las Sabinas. Coches con gabardina nos adelantaban a toda velocidad, cubiertos de lonas negras. Al principio alucinamos con el desfile de Bat-coches, pero al tercer adelantamiento, teniendo en cuenta la velocidad a la que circulaban, llegamos a la conclusión de que eran prototipos o modelos todavía no disponibles en el mercado. Curioso, no? Un parque nacional que en teoría vela por su fauna, su flora, etc. permite que multitud de vehículos circulen a toda velocidad por sus carreteras, con todo lo que ello conlleva: peligro, contaminación, etc. Sencillamente increíble.

Subiendo al Veleta, dentro del parque nacional, excavadoras

También es sorprendente la cantidad de camiones, excavadoras y todoterrenos que circulan más allá del control de vehículos en la carretera que sube al Veleta, donde pudimos ver enormes zanjas y un montón de operarios moviendo toneladas y toneladas de tierra, enterrando tuberías…